Democracia vs. mercados

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Lo que está en juego es muchísimo.

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Reuters/Pascal Rossignol

ROMA. La victoria del socialista François Hollande en las elecciones del domingo pasado en Francia y el buen desempeño, ese mismo día, de la Coalición de Izquierda Radical (Syriza) en las elecciones griegas, podrían haber marcado un punto de inflexión en la batalla que Europa libra por su supervivencia contra los mercados globales de bonos. O no. Porque aunque el rechazo a la austeridad haya alcanzado ya el corazón del continente, la Eurozona, atrapada aún en la maraña de su unión monetaria, carece de las herramientas que le permitirían implementar una alternativa a la política recesiva del agonizante consenso de Berlín.

Hollande hizo temblar a la ortodoxia europea y fue calificado como “hombre más bien peligroso” por The Economist cuando prometió renegociar el acuerdo alcanzado en marzo último por la Canciller alemana Angela Merkel y el ahora derrotado Nicolás Sarkozy para instalar una cláusula permanente de austeridad fiscal en la Constitución europea. “La austeridad no debe ser el destino de Europa”, dijo Hollande en su discurso de victoria en París. Sus palabras reflejan una idea cada vez más extendida, aún en Bruselas: la obsesión por el déficit fiscal puede empujar a la UE a la doble recesión y a una trampa de deuda aún más profunda que aquella en la cual se encuentra.

“‘Merkozy’ se acabó. Ahora los europeos vamos a tener un debate a fondo sobre la austeridad, no de la boca para afuera sino con medidas concretas, empezando por la renegociación del acuerdo fiscal”, dijo una semana antes de las elecciones Pervenche Berès, presidenta del Comité de Empleo y Asuntos Sociales del Parlamento europeo. Lo dijo en una conferencia llevada a cabo en Roma bajo el lema “Más allá de la austeridad”. Y mientras los principales medios señalaban que el populismo de Hollande podría ser castigado por los mercados, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional, el francés Olivier Blanchard (que está más cerca de la heterodoxia de Holland de lo que se cree) señalaba que los “esquizofrénicos” inversores están hoy tan asustados del impacto de la austeridad sobre el crecimiento, como del que podría tener el dispendio fiscal.
Aún en Alemania, el paradigma de la austeridad parecería estar en retirada. Si bien Merkel desechó la posibilidad de renegociar el acuerdo fiscal, Berlín no se opone a la creación de nuevas metas de crecimiento. “Hollande exigirá que el pacto fiscal sea complementado con un fuerte programa de crecimiento”, dijo en la conferencia romana Alfred Gusenbaure, ex Canciller austríaco. Esto obligaría a Merkel, debilitada luego de sucesivos fracasos electorales en su país, a aceptar el reclamo de Hollande.

Los miembros del parlamento europeo (MPE) que responden al triunfante Partido Socialista francés anticiparon que propondrán las siguientes medidas: aumento del capital del Banco Europeo de Inversiones a 60.000 millones de euros, lo cual permitirá que la institución ofrezca más créditos baratos a negocios asfixiados y emita bonos para proyectos de infraestructura; aceleramiento de la aprobación de proyectos de desarrollo en regiones pobres; y establecimiento de un impuesto a las transacciones financieras que limite la especulación de los mercados.

La restructuración del BEI –que a diferencia del Banco Central Europeo (BCE) puede emitir deuda para proyectos de inversión—cuenta ya con el apoyo del comisario europeo para Asuntos Económicos y Monetarios, el finlandés Olli Rehn. Berlín parece estar dispuesta a acompañar este curso de acción. “Necesitamos dar más préstamos a la pequeña y mediana empresa para compensar la contracción del crédito privado y el ajuste fiscal, como hicieron con éxito otros bancos de desarrollo en el mundo, desde Brasil a China, pasando por Alemania”, dijo la economista del desarrollo Stephany Griffith-Jones, una de las organizadoras de la conferencia. Esta economista afincada en Gran Bretaña estima que el EIB podría proveer anualmente más de 30.000 millones de euros para estos préstamos de inversión. Ello representaría un enorme—aunque insuficiente—alivio para las empobrecidas economías del Sur de Europa, en donde una reciente ola de suicidios de pequeños empresarios italianos acaba de poner de manifiesto la cara más dramática de la crisis.

El compromiso asumido por Hollande de promover la redistribución de la riqueza mediante un aumento del 75 por ciento del impuesto a las ganancias de los más pudientes podría también servir de ejemplo a las economías constreñidas de la periferia, aseguró el Premio Nobel de 
Economía Joseph Stiglitz. A pesar de las restricciones al aumento del gasto público impuestas por el mercado, países como Italia o España podrían cebar la bomba del crecimiento y combatir la recesión mediante una redistribución de la riqueza a los menos ricos, que son los que más consumen. Y en países como Alemania, agregó Stiglitz, debería terminarse de una vez por todas con “el fetichismo del déficit”.

Sin embargo, los mismos asesores económicos de Hollande recononcen que estas medidas, por sí solas, no alcanzarán para detener una recaída de Europa en la recesión o para despejar la catastrófica posibilidad de un default de la deuda española o italiana. Ni siquiera el recientemente creado mecanismo de estabilidad europea, un fondo de emergencia de 800.000 millones de euros aportados por los recursos de prevención de crisis del FMI, podrá salvar a España o Italia si el costo de su deuda llegara a superar el punto de no retorno; los mercados, asustados de su propio miedo al default, no lo permitirían.

“Hacen falta nuevos instrumentos, tales como eurobonos y un Banco central que pueda comprar deuda soberana para bajar la tasa de interés de la deuda”, dice Jean-Paul Fitoussi, uno de dichos asesores. Según Fitoussi, a quien entrevistamos en Roma, el presidente electo de Francia apoya estas medidas. Hollande se ha atrevido a sostener que es necesario redefinir la misión de BCE para que éste pueda fijar un techo a las tasas  mediante la compra de bonos soberanos allí donde la presión de los mercados haya llevado dichas tasas a un nivel no sustentable. Ha dicho también que le gustaría que el BCE jugara el rol de prestamista de última instancia, lo que permitiría tranquilizar a los mercados ante la eventualidad del default de España o Italia.

En la conferencia, Stiglitz esbozó una alternativa “holística” a la austeridad: una política fiscal más relajada en el corazón de la Eurozona y un plan de inversión paneuropeo, financiados con la emisión de nueva deuda europea. Pero aunque Alemania haga concesiones en materia de medidas de crecimiento, pocos esperan que el Bundesbank o el contribuyente germano estén dispuestos a emitir eurobonos o apoyar un rol más activo del BCE, al menos en el corto plazo.

“En Alemania hace falta un cambio de paradigma, y eso, francamente, no está a la vista”, afirmó Peter Bofinger, un keynesiano perdido en la corte de amantes de la austeridad que domina al Consejo de Expertos Económicos, una influyente organización sin fines de lucro de ese país. Mientras tanto, y luego de una breve calma después de la inyección de 500.000 millones de euros en el sistema bancario a fines del año pasado, el costo de la deuda italiana y española ha retornado a las alucinadas alturas de 2011. “Con crecimiento cero e intereses en aumento, ninguna deuda es sustentable”, dice Fitoussi. “En ese caso, no sólo España o Italia sino también Francia estaría a las puertas de la recesión.”  

Para el centro-izquierda italiano, socio de la coalición de unidad nacional del premier Mario Monti, la caída de Merkozi abre la posibilidad de una respuesta progresista común en la Europa meridional. De acuerdo con esta visión, un frente ítalo-francés sería acompañado por España y Portugal, que a pesar de haber elegido hace poco gobiernos conservadores, son conscientes de que sólo una emisión de eurobonos apoyados por el BCE puede salvar al euro. Aún El Pueblo de la Libertad, el partido conservador que integra el gobierno de Monti, aprovechó el triunfo de Hollande para hacer un llamamiento a la flexibilización del pacto fiscal europeo. “Estoy de acuerdo con la mayoría de las cosas que dice el profesor Stiglitz”, dijo Monti en la Cámara de Comercio de Roma ante un auditorio repleto, en el cual se encontraba el ex primer ministro de izquierda Massimo D’Alema.

Mientras tanto, la devastadora protesta impuesta en las urnas griegas el domingo pasado ha abonado la sospecha de que un nuevo default de la deuda de ese país es casi inevitable. La salida de Grecia de la Eurozona sería el siguiente paso.

Lo que está en juego es muchísimo. La desaceleración de la economía, el desempleo masivo y el descontrol de la deuda han comenzado a evocar los años de entre-guerra, a lo que se agrega la apuesta de Marine Le Pen para remplazar a Sarkozy como líder de la derecha francesa o el crecimiento del violentamente racista partido del Amanecer Dorado en Grecia. “El pacto fiscal es demencial por dos motivos -dice Fitoussi-: no puede resolver el problema de la deuda y está horadando nuestras democracias, creando las condiciones para el ascenso del extremismo.” En la calle, afuera de su oficina en la universidad LUISS en Roma, las paredes están tapizadas con afiches del partido La Dresta (La Derecha). En ellos se ve la imagen de una radiante Marine Le Pen bajo el slogan: “En Italia, como en Francia, necesitamos coherencia”.

Traducción al español por Claudio Iván Remeseira
 

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